miércoles, 22 de junio de 2011

Caín, de José Saramago


La excepcional colección que está poniendo a la venta semana a semana el diario El País me está permitiendo acercarme más a la obra de José Saramago, uno de los autores más prestigiosos de la literatura contemporánea y del que solo había tenido la oportunidad de leer su excepcional el evangelio según Jesucristo, que me pareció una novela llena de sarcasmo y mala ostia, muy sutil pese a todo. La novela que nos ocupa, que es la última novela que publicó antes de morir el año pasado, sigue un planteamiento similar al de la obra anteriormente citada.

Caín, hijo de Adán y Eva, se ve obligado a irse de su tierra después de matar a su hermano Abel y que Dios le condene a vagar bajo su protección. Caín acaba haciendo viajes temporales que le llevan a presenciar los hechos más famosos del Antiguo Testamento. De esta manera, Saramago alterna perfectamente lo escrito en la Biblia y su propia ficción con un objetivo, que nos demos cuenta desde los primeros capítulos, en los que vemos la evolución en las vidas de Adán y Eva (algo parecido a lo que hizo en su evangelio con José, pero mucho menos extenso), de que Dios es el tirano más malvado de la historia de la ficción, e incluso de la no ficción.

Desde la destrucción de Sodoma y Gomorra hasta el exterminio de toda la humanidad, excepto a Noé y su familia, pasando por las penalidades que les hacer pasar a Job o Abraham, nada es suficiente para la crueldad de este Dios tan bien vestido. Es homófobo, celoso, envidioso, despótico, misógino, asesino, y un montón de adjetivos que no cabrían en esta columna. Lo mejor de esto es que Saramago no inventa nada referente a Dios que no salga en los primeros libros del Antiguo Testamento, dejando en evidencia la doble moral de la religión y demostrando que, por mucha violencia que haya en el mundo o en los medios, en la Biblia hay el doble y que encima es Dios el que la provoca con mucho gusto, pues pocas cosas le gustan más a este ser divino que un buen baño de sangre.

Todo esto está tratado con un sentido del humor muy característico del autor portugués, que llega a alcanzar momentos de genialidad en los gags que no puedo evitar acordarme de Monty Python en ocasiones. Es paradójico que Saramago también pueda revelarse como un Dios todopoderoso capaz de reescribir la historia mil veces leida y hacerla totalmente novedosa. Aunque Saramago, a diferencia del Dios bíblico, no es demasiado cruel con sus personajes, sino con el propio Dios. Saramago se muestra como un Dios justo, que simplemente condena a aquel que lo merece.

En general, es una novela excepcional que, aunque tiene algún punto flojo (la mayor parte de la estancia de Caín en la casa de Lilith se hace un poco pesada), contiene los principales elementos del autor, siendo un novela perfecta para adentrarse en su obra si todavía no lo has hecho. Si eres ateo y no lo has leído, no se a que esperas, porque te esperan ciento noventa páginas de goce literario y humorístico.

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