miércoles, 22 de junio de 2011

Ritual, de The Black Dahlia Murder


“¿Qué es eso del color?”, decía la mona Chita en uno de tantos magníficos sketchs de Muchachada Nui, cuando oía a su cuidador decir que sus películas de Tarzán serían mejor en color. Por si hay algún despistado, los monos ven en blanco y negro, por lo que no pueden distinguir más colores. Bueno, pues si a la mona Chita le pusiéramos Ritual, el nuevo disco de los americanos The Black Dahlia Murder, diciéndole que es un grupo de deathcore, como muchos han catalogado a la banda, después de escucharlo nos diría “¿qué es eso del core?”, con el consiguiente cabreo destrazalotodo.

Todo este cuento para decir que en su nuevo disco, estos frikis de Detroit se han quitado de encima la etiqueta core y nos han entregado un disco de death metal puro y duro, y posiblemente se trate de uno de los mejores del año en el mundo del metal. Aunque también podemos sacar la moraleja de que debemos dejar las etiquetas de lado y simplemente disfrutar de la música, ya sea death metal o jazz avantgarde, llamarlos simplemente música. Pero dejémonos de moralina y vayamos directos al grano.

 El álbum es una carnicería, un baño de sangre y visceras al que los Dahlia nos tienen acostumbrado. Están sus típicas canciones con blastbeats por doquier, punteos melódicos y su particular cantante que altera perfectamente sus dos registros, el más grave, típico del death metal, y el más agudo, más típico del black metal, aunque no con la profundidad tan cavernosa que caracteriza a los vocalistas de este género. Temas que volverán locos a todos los fans de The Black Dahlia Murder son Conspiring with the Damned o Moonlight Equilibrium. También hay un tema muy thrasher en todos sentidos, de un minuto y medio, Den of the Picquerist, que recuerda por momentos al mítico y brutal Struck A Nerve de Machine Head.

La sorpresa viene con los temas más groovies, como On Stirring Seas of Salted Blood o Malenchanments of the Necrosphere, canciones más pesadas que nos muestran el reverso del sonido Black Dahlia, pero que siguen sonando a ellos, sin perder sus señas de identidad. Parece ser que su nuevo guitarrista, ex Arsis, ha jugado un papel fundamental en esta nueva senda musical. Parece que lo mejor de los antiguos Arsis ha ido a parar a esta banda a través de él. También se nota su presencia en los solos, más elaborados que en anteriores discos. Incluso podemos notar teclados en temas como la final Blood in the Ink.

No sé lo que tiene esta banda de chiflados que encanta a todos los fans del metal extremo. Será por su buen hacer metalero, será por sus letras “gorefrikis”, será porque sacan discos cortos de cuarenta minutos cada dos años que nos dejan con ganas de más. Lo fundamental es que no aburren, y eso, en una banda de sus características, es muy de agradecer. Ya estoy deseando que pasen otros dos añitos para escuchar su próximo disco, pero vivamos en el presente y disfrutemos del verano más metalhead en mucho tiempo. Si la avalancha de discos que viene no cumplen las expectativas, siempre podremos ponernos Ritual para que nos alegre el día.

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